Así de partida, el concepto fermentación en los alimentos puede generar rechazo si tenemos en cuenta que este implica el crecimiento de microorganismos como levaduras, bacterias o mohos. Sin embargo, nada más lejos de las apariencias. La cocina a base de alimentos fermentados ha tomado gran fuerza en los últimos años por sus propiedades beneficiosas para la salud. Quién no ha tomado kéfir (yogur búlgaro casero) o kimichi, una mezcla de verduras encurtidas coreanas.
Pero la cocina mediterránea también es rica en alimentos fermentados. Comidas y bebidas tan habituales como el yogur, la cerveza, el vino o las aceitunas conllevan un proceso de fermentación, el cual se ha demostrado que es beneficioso para la salud digestiva. Han sido utilizados por la humanidad desde hace muchos siglos y, además, alargan el tiempo de conservación de los alimentos. En el caso de las bebidas con alcohol, a pesar de las demostradas propiedades de la cerveza, por ejemplo, el criterio debe basarse siempre en el consumo limitado.
Los alimentos fermentados son una de las principales fuentes de probióticos, beneficiosos para la flora intestinal, por lo que ayudan a reducir molestias como la digestión pesada o la intolerancia a la lactosa. Además, permiten absorber mejor algunas vitaminas y minerales; suelen ser más ricos en vitaminas del tipo B y C; y también tendrían beneficios para el sistema inmune, para equilibrar el colesterol o prevenir la diabetes tipo 2.
Respecto a la cantidad de consumo de este tipo de alimentos, la comunidad sanitaria no se ha pronunciado al respecto ya que el consumo ideal puede ser variable según el tipo de alimento y sus otros factores. Por ejemplo, el queso curado conlleva un proceso de fermentación pero tiene alto contenido en sal. Por lo que es prácticamente imposible realizar un cálculo genérico de consumo recomendado.
Lo que sí tienen claro es que se puede incluir los alimentos fermentados en una dieta variada y sana.
Martina Miserachs, dietista-nutricionista y Responsable Relaciones con la Industria de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN), asegura al respecto que “se recomienda consumir hortalizas dos veces al día, pero la recomendación es que sean preferentemente frescas y de temporada, sin entrar en detalle sobre la frecuencia con la que, por ejemplo, se podría consumir cruchut”, una ensalada de col fermentada habitual en la cocina alemana.